Sólo hay una cosa que sabemos acerca de la vida y es esto: que sigue.
La vida es cíclica. Del mismo modo que uno empieza, otro llega a su fin. Esto fue lo que sucedió en el caso de Mark Augler en 2012, que apenas tuvo tiempo para conocer a su bebé.
Mark estaba perdiendo la batalla con una enfermedad pulmonar mortal a la vez que su esposa Diane estaba a punto de traer una nueva vida al mundo. Como la vida de Mark estaba llegando a su fin, su último deseo era conocer a la niña cuya vida iba a comenzar. Pero a medida que la salud de Mark se deterioraba, parecía como si su último deseo no estuviera destinado a cumplirse.
«Quiero verla«, pidió Mark, hablando de Savannah, su bebé por nacer. Los médicos sugirieron que podrían inducirle el parto dos semanas antes de tiempo, y Diane lo acordó inmediatamente. Savannah nació tan sólo dos días después, el 18 de enero. El padre pasó algún tiempo con Savannah: «La mantuvo con él durante 45 minutos«, dice Diane. «Estuvimos llorando los dos durante todo ese tiempo.»
A la mañana siguiente, Mark entró en coma, ni siquiera habían pasado 24 horas desde que su niña hubiera estado en sus brazos por primera vez. El 23 de enero de 2012, Mark murió, pero antes de irse, había visto y tenido con él a su hija. Su esposa estuvo a su lado con él y tuvo a su niña en sus brazos, sintiendo el calor del amor de su padre por última vez.
Diane colocó al bebé en sus brazos durante esos minutos finales: «Su ritmo cardíaco comenzó a caer, y su respiración comenzó a hacerse débil, por lo que la puse en sus brazos y sostuve su mano hasta que murió«.
Diane dice que Mark era un gran padre. «Él hablaba a mi tripa cuando estaba embarazada, estaba tan emocionado por ella. Habría sido un padre maravilloso para Savannah«.
Mark tenía 52 años cuando murió, pero durante esos años, vivió una vida llena de amor y felicidad.
