Las «radium girls»: las olvidadas chicas muertas por una intoxicación radiactiva en una fábrica

Las "radium girls": las olvidadas chicas muertas por una intoxicación radiactiva en una fábrica

«Me pidieron pintar diales«, escribió Katherine Schaub de 15 años de edad, en la primavera de 1917, cuando Estados Unidos estaba entrando en la Primera Guerra Mundial. «Les dije que me gustaría probar«.

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Pintar diales de reloj era una nueva profesión para mujeres de la clase trabajadora en los EE.UU.: un trabajo lucrativo, artístico y glamoroso que dio a la mayoría de jóvenes empleadas la oportunidad de trabajar con un extraño elemento recientemente descubierto, el radio, así como «hacer un pequeño esfuerzo» por la guerra.

Utilizaron pintura de radio luminosa para que los números de los diales de los relojes y despertadores brillarán en la oscuridad. Y se les instruyó para que chuparan sus pinceles y tener así una punta fina para que hicieran un trabajo preciso.

Al hablar con un abogado años más tarde, una de las «radium girls» Mae Cubberley recordó: «La primera cosa que nosotras preguntamos fue: ‘¿Esto nos puede hacer daño?’ Pero [mi jefe] dijo que no. Dijo que no era peligroso«.

Pero eso no era cierto. El radio era conocido por ser peligroso – otros empleados que manejaban cantidades mayores, llevaban delantales de plomo – pero las empresas de radio insistían en que en pequeñas cantidades era beneficioso para la salud. De hecho, toda una industria fue construida alrededor de esta afirmación.

Aunque suene absurdo hoy en día, minoristas en Gran Bretaña y Estados Unidos vendían decenas de productos comestibles, como mantequilla, leche y chocolate, que habían sido mezclados con radio para mejorar el bienestar de los clientes.

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Vendedores de tiendas británicas vendieron cremas para la cara, sombras de ojos, barras de labios y jabones «con radio» que harían que su belleza fuera «realmente brillante». Había tabletas de energía de radio e incluso ropa interior «con radio» para mejorar la vida sexual de los consumidores.

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Los fabricantes financiaban investigaciones que apoyaban sus afirmaciones y se ignoraban los estudios independientes que demostraron lo contrario. Así que cuando las «radium girls» preguntaron a sus jefes si era seguro tocar el radio con sus labios, les dijeron que sí. Le dijeron a las chicas que el radio les haría mejorar incluso su belleza. Así que las mujeres metían en su boca los pinceles una y otra vez.

No se sabía nada de esta impactante historia hasta hace apenas dos años, hasta que pidieron escribir a Kate Moore una historia sobre las «radium girls» (chicas del radio) y su larga lucha por su envenenamiento con una radiación mortal, para forzar a sus empleadores a que admitieran negligencia.

Kate nos habla de ello: «Decidí reconstruir la secuencia completa de eventos y realicé un extenso viaje de investigación por Estados Unidos – donde busque y entrevisté a las familias de las mujeres y logré un acceso sin precedentes a los diarios, cartas y testimonios judiciales.»

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La historia de estas mujeres comienza en Newark, Nueva Jersey.

Cuatro años después de la Primera Guerra Mundial, Mollie Maggia, de 24 años de edad, un antigua empleada en una fábrica de pintura, murió. Su hermana dijo que fue «una muerte dolorosa y terrible». Mollie fue la primera chica de la fábrica en morir, pero otras le siguieron, y muchas mujeres comenzaron a sentirse enfermas. Los dientes de Katherine Schaub empezaron a caerse. Otras «radium girls» comenzaron a sufrir fracturas espontáneas.

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Los médicos de las mujeres consultadas estaban perplejos. Con el radio visto como algo maravilloso, no se pensó que ese elemento tóxico tuviera la culpa. Luego, en 1925, un médico pionero, Harrison Martland, demostró la conexión entre el trabajo de las mujeres y sus enfermedades después de descubrir que el radio estaba depositado en los huesos de las mujeres fallecidas.

Este diagnóstico debería haber dado lugar a la suspensión del acceso a la pintura hecha con radio a nivel nacional. Pero las empresas de radio estaban ganando demasiado dinero como para permitir que el destino de un par de humildes «radium girls» interrumpieran su negocio.

«Todavía sentimos que tenemos que encontrar la causa«, escribió Arthur Roeder, presidente de la United States Radium Corporation. Las empresas fueron inflexibles y no aceptaron ningún tipo de responsabilidad.

En Nueva Jersey, las enfermedades de las mujeres tuvieron un efecto comprensible sobre la popularidad de la profesión: dejó de haber «pintoras de diales». Pero a 1500 kilómetros de distancia, en Ottawa, Illinois, donde se había abierto un nuevo estudio, las nuevas pintoras no eran conscientes de los problemas – y sus empleadores no les informaron del peligro que ahora existía.

Algo había que hacer. Grace Fryer fue la «radium girl» más comprometida con la causa: fue una mujer joven con principios, que luchó durante años para encontrar un abogado que se hicera cargo de su caso. En 1928, Grace, Katherine y las hermanas de Mollie, Albina y Quinta, finalmente se enfrentaron a la empresa que las había envenenado en un juicio, presentando una demanda por 250,000 dólares (el equivalente a 3,4 millones en la actualidad).

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Su caso fue llevado por un joven abogado recién salido de Harvard, Raymond H. Berry, y llegó a los titulares internacionales. A pesar de que estas mujeres fueron persuadidas para que aceptaran un acuerdo extrajudicial – se les había dado sólo unos meses de vida – su demanda tuvo importantes repercusiones, no sólo en Nueva Jersey, donde se llevaron mejoras en las leyes para la seguridad de los trabajadores, sino en todo el país. Al final, las «radium girls» de Ottawa se dieron cuenta del peligro.

«Las chicas enfurecieron«, recordaba una de ellas, Catherine Wolfe. «El miedo era tan deprimente que apenas podíamos trabajar.»

Pero sus empleadores de la empressa Radium Dial incluso en esos momentos les aseguraban que su trabajo era seguro, diciendo a las mujeres de Ottawa que no había ningún peligro, ya que utilizaban un tipo diferente de radio. Cuando las mujeres de Illinois trataron de presentar una demanda, la depresión se había apoderado de Estados Unidos. A pesar de la evidencia en contra de Radium Dial, nadie estaba de humor para hacer rendir cuentas a uno de los pocos empleadores que no habían ido a la quiebra. Wolfe y sus amigas fueron rechazadas por su comunidad por la búsqueda de justicia.

Hasta que firmaron con Leonard Grossman, un abogado de 46 años de edad que, según su hijo, «tenía pasión por la gente que estaba en problemas«. Con la ayuda de Grossman, las mujeres finalmente ganaron el caso en 1938. El juez condenó a la empresa de radio por «negligencia grave».

En su lucha por la justicia, las «radium girls» se enfrentaron a poderosos oponentes que las traicionaron y mintieron acerca de ellas. No obstante, su determinación para luchar por sus derechos condujeron a muchos cambios legales que protegieron a otros trabajadores.

Katherine Schaub, la niña de 15 años de edad que estuvo tan emocionada al recoger su pincel en 1917, había soñado con convertirse en una escritor famosa cuando fuera grande, pero el destino tenía un tipo diferente de fama para ella. Murió en 1933, a la edad de 30. Su valor y su sacrificio brillan a través de la historia como una esfera luminosa.

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